Hace unos meses se estrenaba 300: El origen de un imperio, dirigida por Noam Murro, con la intención de repetir el éxito de su precuela, la taquillera 300 (2006), dirigida por Zack Snyder y basada en la novela gráfica homónima de Frank Miller.

Aparentemente, aquella, 300: El origen de un imperio, también se basa en otra obra de Frank Miller, Xerxes. De los cuatro números prometidos de Xerxes, Miller solo pudo entregar dos a la editora en 2011, aunque ello no ha sido, ni mucho menos, un impedimento para que la película haya contado con su apoyo y aprobación. Pero hoy vamos a hablar únicamente de 300, no porque sea una obra maestra del cine, sino por su curioso origen histórico-literario y su enrevesado proceso de adaptación cinematográfica a partir de una novela gráfica.

El film cuenta, básicamente, la épica lucha de trescientos espartanos comandados por Leónidas, que tienen como misión retrasar, el máximo tiempo posible, el avance persa en el paso de las Termópilas hacia la Hélade. Con el tiempo que ganaran, las póleis griegas debían formar un ejército de garantías que hiciera frente al invasor tras haber dejado, momentáneamente, sus rencillas a un lado. Como todo el mundo sabe, Leónidas y los suyos alcanzan, como no podía ser de otra manera, la muerte, una muerte gloriosa tras hacer estragos en el ejército persa.

Heródoto describe con detalle, en el libro VII de su Historia, antecedentes, desarrollo y consecuencias de esta Batalla de las Termópilas dentro de su narración de las Guerras Médicas. La idea de plasmar y contar esta valerosa hazaña no le vino a Miller de aquí, sino de un filme que le impactó cuando era niño: The 300 Spartans (conocida en España como El león de Esparta), dirigida por Rudolph Mathé, estrenada en 1962, un clásico que ha ido envejeciendo muy bien y cuyo guion sí se basa en la primera fuente histórica.

300: El cómic

La primera edición de la novela gráfica de Frank Miller comenzó a publicarse por entregas, cinco libros, entre 1998 y 1999, y pronto consiguió un gran éxito. En 2006, el cómic de Miller, inspirado en una película, fue adaptado a su vez a la gran pantalla por Zack Snyder. La película es bastante fiel a la estética y al contenido del cómic, lo que, como siempre ocurre, dividió a la crítica: los que consideran que la película debería ser más independiente del cómic frente a los que aplauden la decisión de no “maltratar” la obra en que un filme está basado. No obstante, lo que hizo correr ríos de tinta fue su apariencia de panfleto político contra los árabes, o mejor dicho, contra los insurgentes iraquíes, los terroristas y los que supuestamente los apoyan. Entre estos últimos estaba Irán, heredero de la antigua Persia, quien observa un maltrato y manipulación interesada de la historia por parte del enemigo acérrimo estadounidense. Como ha ocurrido en diversos momentos de la historia, una obra literaria puede tener varias lecturas según los intereses de quien se acerque a ella y, aunque es bastante complicado debido sobre todo a la situación geográfica de la antigua Persia, no sería descabellado que alguien pudiera identificar a los imperialistas e invasores persas con Estados Unidos y a los espartanos con los árabes que resisten como pueden ante el poderoso equipamiento militar americano.

Hay que advertir que la novela gráfica creada por Miller siete años antes que la película, cuando nadie imaginaba una nueva guerra en Irak y un extremo deterioro de las relaciones de los Estados Unidos con Irán, ya contenía numerosos elementos que se podrían considerar ofensivos contra la cultura y el pueblo persa: ciudadanos faltos de libertad al ser poco menos que esclavos de su rey, cobardía a la hora de luchar, arrogancia y altanería, etc., unos cuantos tópicos, llevados a la exageración épica en el cómic, que ya difundieron los vencedores de las Guerras Médicas, los griegos, a través de la Historia de Heródoto o Los Persas de Esquilo, y que han llegado hasta nosotros. Pero como hoy sabemos, según nuestra concepción, ni los persas eran tan terribles, ni los espartanos eran tales adalides de la libertad, pues tenían sometida a la mayor parte de la población de Esparta, los hilotas, a los que obligaron a trabajar la tierra mientras ellos podían ocuparse exclusivamente de las tareas militares. Por ello, sin ánimo de ser exhaustivos, vamos a limitarnos a analizar algunos cambios y añadidos significativos que Snyder introduce con respecto a Miller y que están encaminados, en nuestra opinión, a potenciar un maniqueísmo radical entre espartanos y persas, una visión idílica de los espartanos frente a la irracionalidad y perversión persas:

300: Persas

Ya en Heródoto los persas aparecen caracterizados como meras marionetas de trapo de Jerjes. Son súbditos, esclavos de su Rey, ciudadanos sin libertad, todo lo contrario que los pueblos griegos, completamente libres y sometidos únicamente a sus propias leyes. En su novela gráfica, Frank Miller explota esta imagen de principio a fin y llama en continuas ocasiones a los persas “slaves of Xerxes”. Sólo hay que recordar la casi enfermiza obsesión de este por que todo el mundo se arrodille ante él y lo reconozca como su rey y su dios. Así se lo pide a Leónidas en la entrevista: “I can make you warlord of all Greece… Your Athenian rivals will kneel at your feet if you but kneel at mine.” En la película de Snyder, también se insiste de la misma manera en este aspecto, incluso se aprovecha algún que otro episodio del cómic, donde no se hace referencia explícitamente a la sumisión de los persas, para incorporar elementos que la acentúen. Así, cuando Jerjes advierte a Leónidas sobre el destino que espera a sus mujeres, el espartano pronuncia las siguientes palabras: “You don’t know our women… You have many slaves, Xerxes… but few warriors”. Snyder ha utilizado prácticamente las mismas palabras en esta intervención de Leónidas que aparecían en el cómic, con un cambio casi inapreciable, ya que Miller escribió “you have many men, Xerxes…but few soldiers”, y Snyder sustituye los términos “men” y “soldiers” por los de “slaves” y “warriors”.

Bien es verdad que uno de los mayores alicientes de la película, y de los propósitos de Snyder, reside en la descripción de escenas de batalla evitando caer en la monotonía, lo que favorece la inclusión de nuevos combates que no tienen lugar en el cómic, que en este aspecto no da por sí solo para tanto. Esta continua elevación del tono de exageración que sufren los persas se traduce en una visión cada vez más repulsiva y negativa hacia ellos por parte del espectador. El culmen llega con la aparición en batalla de una especie de magos cubiertos de cuerpo entero, a los que tampoco se les ve el rostro: lanzan bombas sin descanso a los espartanos, a quienes les basta con resguardarse tras su gran escudo para no resultar ni siquiera levemente heridos. La voz en off suelta unas palabras muy significativas: “When the muscle failed, they turned to the magic”. Este minuto en que unos encapuchados que rehúyen el cuerpo a cuerpo lanzan bombas, algo impensable en el siglo V a. C., es uno de los detalles más significativos y que más claramente podría percibir el espectador como una alusión al terrorismo actual.

300: Gladiadores

¿Y los espartanos? Como bien retrata Miller en la novela gráfica, los espartanos son sometidos a una dura disciplina desde su nacimiento. En aras de un sistema de eugenesia, el bebé que no nazca completamente sano y fuerte no tiene cabida en la tribu. Ya a los siete años comenzaban un duro entrenamiento y debían ser capaces de sobrevivir fuera de la ciudad cazando y defendiéndose de las fieras. Hasta aquí, cómic y película coinciden completamente. Sin embargo, Miller sí muestra la excesiva severidad de la disciplina que reina en el ejército espartano, así como la sumisión y vejación a las que son sometidos los soldados por parte de sus superiores, nada que envidiar a lo que Jerjes hace con sus tropas. Por poner un ejemplo, las primeras viñetas del cómic muestran la marcha desde Esparta a las Termópilas en absoluto silencio. En un momento, un joven soldado, Stelios, se marea y cae al suelo a causa del agobiante calor. Así lo narra Miller: “Three days out. Merciless heat. Throats go dry. Young Stelios gets dizzy. Unpardonable”. Acto seguido, el capitán lo llama payaso y Stelios asegura estar preparado para recibir el castigo: “Yes, Sir. I’m ready for my punishment, sir.”. Nada más pronunciar tales palabras, el capitán le propina una soberana paliza que nadie sabe si terminará antes o después de que muera el chico. Ante el peligro que corre la vida del joven, Leónidas, sin cambiar un ápice el rictus serio, grita al capitán que ya es suficiente, pero este no lo oye, por lo que asesta al capitán tal puñetazo que lo deja inconsciente. Cuando parecía que el castigo había terminado, Leónidas, sin sentir la más mínima compasión hacia el muchacho que acaba de ser vapuleado, le manda incorporarse y llevar en hombros a su capitán y, no lo olvidemos, también el escudo y las armas de este. Curiosamente, Snyder considera contraproducente trasladar esta y otras terribles escenas a la película.

Parece claro que la novela gráfica de Miller muestra a unos espartanos más fieles a sus ideas políticas, carácter e idiosincrasia, mientras que Snyder lleva al extremo el maniqueísmo reinante en el cómic: los buenos son buenísimos y los malos son malísimos. Así, por un lado, el espartano se acerca mucho más a la visión del héroe que el público actual tiene como modelo: guerrero y valeroso, pero nada intolerante, ni insensible ni exento de emociones ni sentimientos. Por otro, los persas son mucho más crueles y monstruosos, como lo demuestra la terrible involución de seres humanos a bestias salvajes que sufre el ejército de Jerjes a medida que se suceden los distintos contingentes para hacer frente a los espartanos.

No podemos saber qué opinaría Heródoto de esta peculiar Batalla de las Termópilas de Znyder, pero Miller, por su parte, parece que dio el visto bueno sin pestañear, aunque no le recordara mucho a aquella película que tanto le impactó cuando era un niño.

 

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