Ulises (1954) de Mario Camerini tiene el honor de ser una de las películas que aparecen en Cinema Paradiso, como un guiño al espectador del viaje que iniciará Totó después de la proyección. No en vano, Ulises fue la película más taquillera en Italia en la temporada 1954/55.

Llama la atención en la historia del cine que, desde esta versión de la Odisea del director italiano y otras miniseries, no se haya hecho otra película que cuente en la gran pantalla las gestas de uno de los héroes más conocidos de la Antigüedad. Se rumorea que una productora muy conocida se va a poner manos a la obra en 2016 y que, probablemente, el proyecto, imitando el formato de El Hobbit o Los juegos del hambre, tome forma en varias entregas. En efecto, para realizar una adaptación lo más fiel posible de la epopeya homérica se necesita mucho tiempo de metraje y dinero para contar todas las aventuras del héroe, con los efectos especiales que demandan dioses, héroes, monstruos y lugares fantásticos.

Es una de las razones por las que Ulises puede dejar insatisfecho a quien vaya buscando el relato incesante y vertiginoso de aventuras que a lo largo de varios cantos muestra el poema homérico. Camerini y su grupo de guionistas eran conscientes de sus limitaciones e introdujeron cambios significativos con respecto al texto original para crear un héroe, encarnado por Kirk Douglas, más humano, más alejado de lo fantástico y divino y más fiel a su esposa. De esta manera, entre otros aspectos, se reducía notablemente la necesidad de recurrir a los efectos especiales.

Cabe destacar, en primer lugar, la ausencia de los dioses: Atenea, benefactora del héroe, y Posidón, su enconado enemigo, que se hacían notar y tomaban incluso forma humana en la epopeya homérica, no aparecen en ningún momento, ni siquiera oímos sus voces. Están en el trasfondo y se les nombra, pero no intervienen en la trama. Así, el destino de Ulises no parece depender tanto del capricho de las divinidades.

En segundo lugar, llama la atención la considerable reducción de aventuras respecto a la epopeya que vemos en la película: el cíclope Polifemo, el canto de las Sirenas y la estancia con la maga Circe. En estos tres episodios, Camerini deja su impronta.

Como es generalmente conocido, Ulises se presenta ante Polifemo con el nombre de “Nadie”, treta que le sirve para que, cuando el cíclope, cegado, pida ayuda a sus hermanos clamando contra “Nadie”, ninguno de ellos le haga caso. En el filme, Ulises, aunque tampoco le revela su nombre hasta que se ve a salvo, se presenta en conjunto como parte de un grupo de griegos civilizados. En el caso de las Sirenas de la película, imitan las voces de Penélope y Telémaco en lugar de alabar con su canto las gestas del héroe atado al mástil. Es como si Ulises estuviera siempre en contacto con sus seres queridos y su patria.

Buena muestra de ello es su estancia en el palacio de Circe, una de las andanzas que más alterada se ve con respecto al poema homérico. En este, Circe trata de convertir a Ulises, como al resto de compañeros, en cerdo tras acostarse con él, pero Hermes proporciona al héroe una hierba con la que evitará el encantamiento de la maga. Luego esta volverá a dar forma humana a los compañeros de Ulises y le explicará cómo sortear los peligros que se le presentarán. Sin embargo, la Circe de Camerini tiene un gran protagonismo en la película: Silvia Mangano es la actriz encargada de dar vida tanto a Circe como a Penélope. Al encontrarse con Circe, Ulises le asegura que le recuerda muchísimo a su esposa y, por ello, cae rendido en sus brazos. De esta manera, Camerini justifica de algún modo la infidelidad del héroe intachable, quien sigue físicamente lejos de su patria y de su familia, pero percibe cercana.

En la epopeya, hay otra diosa a cuya isla llega Ulises ya solo. Se trata de Calipso, literalmente “la que esconde u oculta”. Calipso se enamora del héroe y lo retiene otros diez años. Aunque no se sabe cuánto tiempo exactamente, la Circe del director italiano hace las veces de Calipso y también retiene al héroe largo tiempo hasta que se da cuenta de que es imposible luchar contra el destino: Ulises debe regresar a Ítaca. Y es precisamente el episodio de la llegada a su patria como mendigo y la venganza de los pretendientes lo que apenas modifica Camerini. ¡Qué hay más propio de un hombre que impartir justicia a todos aquellos que han intentado, en su ausencia, aprovecharse de su familia, su casa y sus bienes!

Ulises se fue a la guerra y logró, al fin, regresar a Ítaca para estar con Telémaco, el hijo que nunca había visto, y la fiel Penélope, a la que en ningún momento había dejado de recordar y amar. Del mismo modo, el director italiano también terminó su travesía con éxito. Sesenta años después, la película sigue siendo un referente en las adaptaciones de las leyendas mitológicas de la Antigüedad Clásica.

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